Debo reconocer que una vez llegado a Porto Alegre, este relato ha perdido un poco de gracia, no hay viento más que la suave y cálida ventisca que puede soplar en el Parque da Redenção. Si bien me siguen sucediendo aventuras dignas de contar, el último capitulo lo escribí sin ganas, y debe haber aburrido a los lectores tanto como a mí.
De hecho, éste que acabo de comenzar, se tornará poco menos pesado que un trasatlántico, si abundo en los detalles de nuestra instalación en POA.
De ello, sólo diré que los siguientes 2 días y sus respectivas noches, los pasamos en la casa de Sergio, un pianista argentino que vive aquí, junto a su esposa brasilera y sus dos hijos argentobrasileiros, mientras esperábamos la llegada del lunes para poder habitar nuestro departamento.
Sergio es una persona encantadora, que nos dio todo lo que estaba a su alcance para hacernos sentir cómodos, y trabamos una amistad que trascenderá este encuentro fruto del destino.
Así que he decidido de aquí en más, para no aburrirnos, contar en “breves brisas”, siempre más dinámicas y de lectura veloz, algunas de las cosas que suceden en POA, mientras espero el próximo viento que me empuje hacia algún otro sitio.
Sergio es una persona encantadora, que nos dio todo lo que estaba a su alcance para hacernos sentir cómodos, y trabamos una amistad que trascenderá este encuentro fruto del destino.
Así que he decidido de aquí en más, para no aburrirnos, contar en “breves brisas”, siempre más dinámicas y de lectura veloz, algunas de las cosas que suceden en POA, mientras espero el próximo viento que me empuje hacia algún otro sitio.
Ey, parecés una promo de LOST!
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