21 de enero de 2012

Cumpleaños / Ciudad parásito / El sabor de las cerezas


Cada vez que cumplo años sucede lo mismo. Pienso, un año más y todavía no soy un escritor reconocido, ni siquiera publiqué y mucho menos vivo de mi escritura. Y entonces recuerdo las conversaciones que teníamos con Cortázar , cuando me decía "publicá polaco, publicá che, con el talento que tenés la vas a romper, si tus cuentos y poesías son de primer nivel" - Dejáte de joder Julio, vos lo decís porque sos mi amigo, no me rompás más las pelotas, dejame que soy feliz inédito, además siendo amigo tuyo nos van a comparar irremediablemente, y la crítica me va a hacer mierda, cebame un mate dale..
En fin, tal vez tendría que haberle dado bola en su momento, y ahora sea medio tarde, por lo pronto ahí están los cuentos, las poesías y esa novela que siempre está comenzando, una y otra vez, insistente, porfiada, inevitable como los cumpleaños. Entre tanto, este diario de viajes, resquicio por donde se filtra mi carácter de escritor cuasi anónimo, me encuentra cumpliendo 37 años en Esquel. Pero pasaron varias cosas desde que abandonamos Ushuaia, que por inaccesibilidad internética o simple descuido o lisa y llana vagancia, no pude escribir hasta ahora.

De Ushuaia volamos a El Calafate donde permanecimos 3 días. El Calafate es una ciudad parásito, una ciudad que vive y explota, succiona, turísticamente; lo que provee esa maravilla natural que es el Glaciar Perito Moreno. Todo tan armado, todo tan tarifado, que no tenés ningún margen para hacer nada por tu cuenta, para ser, vos frente a la naturaleza, sin la mediacion de un bus que te pase a buscar por el hotel a tal hora, un guía que lleve hasta las pasarelas que suben y bajan como torre de babel que intenta acercarse al Glaciar desde todas las posiciones posibles, sin excursiones programadas y bien pagadas. Una empresa, una sola, eso se llama monopolio, tiene la concesión de organizar los trekkings sobre el Glaciar, que para esta época lo hacen entre 450 y 500 personas por día, según me contó un guía, que además confesó, le pagan bastante mal. ¿Quién será el dueño de "Hielo y Aventura", el afortunado que maneja semejante negocio con un bien natural que nos pertenece a todos?
Por suerte, la grandiosa belleza del Glaciar hizo que todo lo anterior se derritiera como un simple cubito de hielo al sol. A pesar de toda esa fiesta del consumo, la bestia blanca que duerme, ronca, se mueve, se revuelca a los pies del Lago Argentino, deja a uno con la boca abierta. Fuimos testigos de muchos desprendimientos, un fenómeno impresionante, sorprendente.
En Calafate además nos reencontramos con la parejita brasileña, Cristopher y Carolene, con quienes tan bien la habíamos pasado en Laguna Esmeralda en Ushuaia. Con ellos nos volvimos a reunir en el siguiente destino, El Chalten, donde compartimos varias caminatas y una salida a la noche a tomar unas cervezas como despedida. Gente linda, de verdad.
Luego de 3 días en ese sitio encantador que es El Chalten, partimos hacia Los Antiguos, un pueblo pequeño y sosegado, donde el turismo es una actividad totalmente secundaria, ya que se dedican a la producción de cerezas en especial y otros frutos rojos y de otros colores.
Allí visitamos un bar lácteo, donde sirven exquisitos licuados de cerezas, frutillas y frambuesas, y unas tortas deliciosas y contundentes para acompañarlos.
El dueño, Julio, un tipo campechano y parlanchín, nos ofreció que cuando termináramos de tomar los licuados nos diéramos una vuelta por la chacra y comiéramos todas las cerezas que quisiéramos de los árboles. -¿Le gustaría acompañarnos? - lo apuré. -Pero claro, vamos que les hago una visita guíada - gritó feliz.
Cerezas grandes como ciruelas, cerezas nunca imaginadas, gigantes, jugosas, carnosas, dulces, rojísimas, probamos y nos dio a probar, una y otra vez, de diferentes clases y tipos y subtipos, cerezas hasta no dar más de cerezas.
-Coman todo lo que quieran porque lo que no se sacó en la cosecha reciente, se deja morir en el árbol - expresó un apenado Julio, -No conviene pagar la mano de obra de la cosecha si no hay un mercado donde colocarla - argumentó con las cejas levantadas.
Contradicciones de este sistema de mierda, pensé. Miles de cerezas, kilos y kilos de cerezas, de las mejores, las que no llegan siquiera a Buenos Aires , se dejan morir en sus árboles simplemente porque no hay un mercado que las pague. Carajo, ¿en que mierda de sociedad vivimos?, cuántos pibes jamás en su vida conocerán el sabor de la cerezas, mientras año tras año se desperdician cientos de kilos...
Mientras pensaba en eso, Julio nos contó la historia de la chacra, la ucraniana que la forjó, creciente hasta ser una de las más importantes en tamaño y producción del pueblo, cómo luego en su vejez la heredó a sus once hijos, por eso hoy está dividida en once chacras. Nos fuimos hartos de cerezas y con la mejor onda con Julio, casado con una de los once hermanos.
De Los Antiguos queda la tranquilidad, las vistas del imponente Lago Buenos Aires, las cerezas.

Dejamos Los Antiguos con una sonrisa, para recorrer la Ruta 40 hasta Esquel, donde el que suscribe está cumpliendo años. Cada vez que cumplo años sucede lo mismo. Pienso...

*Foto: Pol, Perito Moreno, y el caballo de Perito Moreno

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