25 de Julio
Al mediodía siguiente partí en colectivo hacia El pinar donde me esperaba Laura, amiga de mi amiga Julieta, que me daría alojo esa noche.
Al mediodía siguiente partí en colectivo hacia El pinar donde me esperaba Laura, amiga de mi amiga Julieta, que me daría alojo esa noche.
Laura resultó simpática y hospitalaria, los gestos amistosos le brotan con naturalidad. Mientras te habla es probable que se interrumpa para darle una indicación o un reto a alguno de sus perros. Tiene unos cuantos y la mayoría están viejitos. También conté dos gatos.
El otro hospedado allí era Marcelo, un muchacho de La Plata, bonachón y formal, con mucho conocimiento de política, y un gran nivel de cultura general, cosa que comprobé en largas conversaciones.
Almorzamos una sopa que era lo más sano que comía desde mi partida. Hasta ahora venía a choripán, hamburguesas de pollo y pizza. Todo es muy caro en Uruguay y hay que pichulearla.
Luego de dar una vuelta en bicicleta junto a Laura, la noche nos encontró arrimados al hogar bajo el calor de la leña ardiente, tomando un vinito tinto junto a una mujer alemana de marcado acento germánico amiga de Laura.
De postre, Laura y yo probamos una rica hierva, cosecha de un español que vive allí. Potente y agradable. Reímos como hacía bastante no reía.
Escuché la música de Caetano Veloso corriéndome por las venas y así me dormí sobre un colchón al pie del hogar, al calor y el color de las brasas.
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